Hoy quiero hablarte de mi amigo José, de ese que se queda atrás de la historia y lo vemos hasta cierto punto, ese que solo tiene ciertas líneas y que luego se va desvaneciendo.
Muchas veces esa pregunta también la hacemos en la fe, como si no fueras nada en ese instante con Dios, como sí para ser algo espiritualmente, deberías ocupar un cargo en la iglesia, o trabajar solo en un ministerio por que sino no «eres» nada aún.
Hace un año estaba sentada en el piso preguntándome ¿por qué yo? ¿en serio era tan mala? ¿en serio no había nada para amar en mí? ¿en serio Dios podía hacer algo mejor?.
Seguramente nos hemos preguntado si nuestras decisiones son acertadas o simplemente hemos atravesado la tan temida incertidumbre de todo lo que no podemos controlar (de lo que vivimos) y de lo que esperamos pero no tenemos idea si resultará bien.
En pleno diciembre puedo imaginar que la mayoría espera ansioso que el 2020 termine, como si mágicamente a media noche el reloj inicia un nuevo año y en tan solo un segundo todo cambia.
Y amanecemos con ese coraje de levantarnos un lunes más y seguir. Aunque sientas una vida hecho miércoles (coloquialismo ecuatoriano para referirse a situaciones que van de mal a peor).
El pasado fin de semana fuimos a compartir sobre Jesús con un grupo de amigos. ¿Qué haces cuando se presenta un imprevisto en medio de tu plan? Por ejemplo situaciones climáticas. Teníamos la idea de presentar un mimo al aire libre pero una fuerte lluvia nos obligó entrar a un… Leer más: Está lloviendo
«“Dios se despoja de su poder y deja el futuro del mundo en manos de los seres humanos, seres autónomos, libres y responsables de lo que en este mundo sucede”.
José Marina sostiene que hay dos niveles de verdad. Unas verdades que son universales y otras que son privadas. Las verdades universales son para todos, mientras que las verdades privadas son válidas sólo en primera persona.
Cambiar el concepto de un Dios intervencionista quizá sea uno de los desafíos más difíciles que podemos encontrar como creyentes, pero quizá también sea el más necesario si queremos reivindicar la presencia de Dios en este mundo.
Por tradición aprendimos a asignar todos los acontecimientos de la vida con un plan divino, asumimos que todo tiene un sentido y que las cosas pasan porque Dios así lo quiere y sin quererlo mostramos una imagen complicada de Dios.
La Biblia es un libro muy rico y complejo. Muestra la andadura humana en pos de Dios. Indica
como el hombre ha ido descubriendo a este Dios que quiere comunicarse siempre, pero que es recibido -representado, imaginado, pensado- a través de los filtros y recipientes humanos del tiempo y de la cultura.»