La verdad también duele

Es increíble ver cuanta susceptibilidad y enojo se puede causar en una persona cuando se habla en contra de su fe o de sus creencias.

No es algo nuevo. Desde que el ser humano ha establecido dogmas, la sensibilidad se ha agudizado y, como ya hemos dicho en artículos anteriores, esto se debe a que las creencias son parte de la cultura y de la psicología humana, por lo tanto, se vuelven parte de nuestra identidad y de nuestra zona de seguridad.

No pretendo justificarme por lo que he escrito, pero tampoco me retracto por haberlo hecho. No creo tener la verdad absoluta de nada (quizá la única verdad absoluta que tenemos hasta ahora es que no hay una verdad absoluta), sólo deseo presentar un punto de vista diferente al que estamos acostumbrados y sé que eso generará molestias en algunos, otros podrán aprovecharlo para seguir reflexionando en sus asuntos de fe y por qué no, también estarán los que se identifican con lo escrito.

«La verdad que hace libres a los hombres es en gran parte la verdad que los hombres prefieren no escuchar» Haber Sebastián Agar

Cuánta sabiduría hay en una sola frase, no es fácil reconocerlo, pero tarde o temprano se vuelve necesario hacerlo.

Como ya hemos afirmado antes, para la mayoría de las personas es mejor aceptar una idea que les brinde seguridad y estabilidad sin importar que esto les demande renunciar a la libertad que esta verdad puede brindarles. Jesús dijo «la verdad les hará libres», el problema es que la libertad nos da miedo, pocos individuos desean liberarse, no están dispuestos a actuar para lograrlo, preferimos seguir alimentándonos con la comida de los bebes y nos quedamos ahí sin probar los banquetes de la gastronomía adulta.

«Existe la posibilidad de que lo que experimentamos como libertad no lo sea en absoluto; que las personas puedan estar satisfechas de lo que les toca, aunque diste mucho de ser «objetivamente» satisfactorio; que, viviendo en la esclavitud, se sientan libres y por lo tanto no experimentan ninguna necesidad de liberarse, renunciando a toda posibilidad de acceder a una libertad genuina. Al existir esta posibilidad nos encontramos ante la idea de que las personas pueden no ser jueces competentes de su propia situación, y deban ser «forzadas o engatusadas», pero en cualquier caso conducidas a experimentar la necesidad de ser «objetivamente» libres y a juntar el coraje y la determinación necesaria para luchar por su libertad». Zygmunt Bauman

La libertad tiene su precio y a muchos esa búsqueda de libertad les parecerá una molestia y causará enojo, pero a otros es muy probable que les logre inspirar. Prefiero que me aborrezcan por ser libre a engañarme ante las evidencias claras, sólo por el miedo y la necedad de aferrarme a ideas del pasado que ya no me convencen y solamente me esclavizan.

Alguna vez entendí, las personas libres hacen libres a los demás y no hay mayor inspiración que esta, tanto para mí como para las personas que se encuentran a mi alrededor, ayudar a otros siempre será mi pasión y acompañarles o inspirarles a ser libres es el mayor desafío que ahora tengo.

La verdad también duele, pero es esta la que nos llevará a una vida digna de ser vivida, una vida de libertad y de responsabilidad personal que sólo los que la han experimentado han llegado a entender, vale la pena el precio que se debe pagar por esa libertad.

El mundo necesita de mentes y corazones abiertos, y esto no puede derivarse de rígidos sistemas, ya sean viejos o nuevos.

Hondureño viviendo en Quito, Ecuador. Fundador del proyecto El Arte de Vivir. Licenciado en teología y educador. Apasionado por la vida, entregado a la reflexión y dedicado a formación de las nuevas generaciones. Escritor de la serie “Antes de renunciar a tu fe” que publicamos todos los domingos en Reflexiones de bolsillo.

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