“Un concepto no puede expresar adecuadamente la experiencia a la que se refiere”
Erich Fromm
¿De dónde hemos aprendido los conceptos que tenemos sobre Dios? ¿Quién los pensó antes de nosotros? ¿Estos conceptos realmente se acoplan y son válidos para nuestra propia realidad? ¿Por qué aceptamos que Dios es “esto” y no “aquello”? ¿Qué tiene que ver la cultura en todo esto? ¿Será Dios un ingenio de la mente y por ende de la necesidad humana? ¿Hemos creado una imagen de Dios conforme a nuestra propia semejanza?
Es probable que la mayoría de nosotros ya se haya planteado una o más preguntas como estas. Es de valientes hacerlo porque quizá la respuesta no sea del mayor agrado para cada uno. Reflexionar sobre Dios no es fácil, porque históricamente hablando, los conceptos de Dios han variado según la cultura y según el momento histórico que se vive. En esta ocasión reflexionaremos sobre los conceptos cristianos que hemos heredado sobre Dios, conceptos que provienen de la época de los concilios y posteriormente de la reforma según la línea doctrinar que cada movimiento cristiano ha decidido conservar.
La mayoría de estos conceptos están tan arraigados en nuestra conciencia colectiva que dudar de ellos o refutarles parece un crimen en contra de la culta misma. Dichos conceptos han perdurado por siglos y bien dijo Oscar Wilde “En asuntos de religión, la verdad es simplemente la opinión que ha sobrevivido” ¿y de forma? En su momento fue gracias a la creación y repetición constante de un credo, la imposición de las doctrinas, la transmisión de las creencias de padres a hijos sin la oportunidad o el deseo de cuestionarlas y también gracias a la aceptación colectiva de una creencia que poco a poco se convierte en una verdad absoluta.
Necesitamos distinguir entre lo que es la idea cultural o religiosa de Dios y entre lo que Dios es en sí mismo. Es raro que lo pensemos de esta manera, es decir, los conceptos que tenemos sobre Dios quizá no sean lo que Dios es realmente. Hay que aceptarlo, lo que de Dios sabemos generalmente es producto de lo que otros han creído, han interpretado y han establecido sobre Dios. Recordemos que hablamos de Dios como seres humanos limitados, a Dios nadie lo ha visto, pero muchas veces hablamos de Dios como que si nos sentáramos cada mañana a tomar un café con él.
Lastimosamente en nombre de Dios se han justificado muchas atrocidades: guerras, persecuciones, matanzas, discriminación y otros sentimientos que llevan a acciones poco aceptadas en temas de convivencia social y amor por la vida. Por medio de estas imágenes que tenemos de Dios se juega el que otros acepten o rechacen a Dios.
Frecuentemente lo que muchos rechazan no es a Dios como tal, sino a los conceptos que los creyentes tienen y presentan sobre Dios. Muchas veces se rechaza a Dios debido a los conceptos infantiles, sádicos, misóginos, irracionales y demasiado antropomórficos que los creyentes presentan apegados a su limitada y prejuiciada experiencia.
Cambiar o modificar los conceptos que tenemos de Dios no es fácil debido a que estos están arraigados en nuestra conciencia, en nuestra cultura y en nuestra forma de vida, son parte de la tradición. Aferrarnos a ellos es una opción, para muchos es lo adecuado, quizá ellos prefieran quedarse en su zona segura, escogen la seguridad por encima de la libertad, puede ser por miedo o simplemente por costumbre y es su decisión, la respetamos, pero me queda la duda de qué pasará con sus vidas y con su fe si algún día esta seguridad y estos conceptos llegan a ser confrontados o contradichos por su propia experiencia de vida.
Lo que las personas piensan o creen sobre Dios o lo que las religiones dicen sobre él, siempre será limitado, Dios es más de lo que las personas o las religiones dicen que es, el misterio de Dios es inabarcable por la mente limitado de los seres humanos. Por esta razón, debemos acercarnos humildemente y avanzar hacia el misterio de Dios, el cual no puede reducirse a simples conceptos y especulaciones. Acercarnos al misterio de Dios es entender que a través de pensamiento es imposible conocer completamente a Dios, la praxis del amor es lo que nos acerca de mejor manera al Dios de amor.