Como profesor de niños mi desafío es crear en cada clase un ambiente donde los estudiantes disfruten el aprendizaje. Un día les dije con tono de sorpresa «¿Adivinen lo que tengo aquí?», lentamente les presenté la caja de un rompecabezas de 1000 piezas, de esos que armados nos muestran un paisaje de encanto.
Leonardo, uno de mis estudiantes, era de esos niños que siempre estaba ocupado armando una travesura o molestando a un compañero, pero siempre tenía una capacidad peculiar para justificar las cosas. ¡Ya me comprenderán!
Como era un rompecabezas de 1000 piezas, nos tomó una semana para llegar casi a la mitad del panorama, todos estábamos felices al ver cómo encajaba una pieza y formaba el bonito paisaje. Una mañana decidí colocar en la mitad del piso del salón el rompecabezas, para tener una mayor comodidad para armarlo. Llegó la hora de educación física, los niños y niñas salieron con mucho cuidado ya que que era clase de basketball y todos tenían un balón; nadie quería dañar por accidente el rompecabezas.
El salón quedó vacío pues yo también salí, pero a mi regreso encontré lo que no quería ver. Parecía que entró un torbellino, piezas por todos los lados, desde la puerta hasta mi escritorio. Mi experiencia me decía que alguien pasó con una pelota de basketball, después de las indagaciones pertinentes, Leonardo aceptó los hechos, dijo:
“Yo solo boté una vez la pelota” – quería evadir su responsabilidad y eso me molestó más.
Todos sus compañeros tenían esa mezcla de decepción y furia. Toda una semana de esfuerzo para que en segundos venga una persona y lo arruine con una pelota.
Confieso que estuve muy enojado con Leonardo que no quería verlo, así que decidí quedarme callado y salir enérgicamente del salón, iba pensando “esto es el colmo, siempre el mismo niño, ¿cuándo será el día que cambie ? ”
Me detuve en la puerta y no estaba esperando un viento o la paloma de la paz, pero en medio de ese malestar surgió una plática conmigo mismo:
- David ¿cuántas veces Dios te ha perdonado?
- Pero esto es muy diferente, es un rompecabezas, no mi vida espiritual. Ese niño merece una sanción severa.
- ¿Cuántas veces vuelves a desarmar las mismas piezas que Dios va juntando en tu vida?
Me quedé estacionado por unos segundos en la puerta observando a los niños, a Leonardo, con todo fui al baño a mojarme la cabeza y bajar la furia. Después de reflexionar por los pasillos y con calma animé a todo el salón a retomar la misión de buscar, juntar y armar las 1000 piezas, Leonardo también colaboró.
Pienso en la profunda paciencia que Dios, mi Padre, tiene conmigo. Han sido más de 1000 veces que le he desarmado todo lo que Él ha estado construyendo en mi. En ocasiones ya solo han faltado un par de piezas para terminar con el bonito paisaje y otra vez le falló con las mismas piezas y esparzo todo. Que dichosos somos al tener un Dios que no se da por vencido, una y otra vez.
Él vuelve a unir las piezas de un corazón arrepentido, piezas que ya armó, con tal de que veas que su voluntad pinta paisajes agradables y perfectos.
Solo tu sabes cuantas veces Dios te ha perdonado por lo mismo. Si estás en pedazos, con piezas por doquier no tardes en pedirle que te vuelva armar de nuevo. La biblia dice que cada mañana son nuevas sus misericordias, tus errores son del ayer pero existe una gracia salvadora para ti hoy.
Al final, Dios siempre cumplirá su obra maestra en ti, simplemente no la demores. Tu podrás forzar y manipular las piezas del rompecabezas de tu vida pero forzar es a herir. Mientras que Dios sabe cómo encajar las piezas sin hacerte daño. Porque Él es experto en armar rompecabezas de 1000, 10 000 e infinidad de piezas imposibles humanamente.
Jehová cumplirá su propósito en mí;
Salmos 138:8
Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre;
No desampares la obra de tus manos.