Cuenta que la historia que un campesino estaba sembrando en su terreno, llegó el atardecer y decidió colocar en vez de un espanta pájaros una veleta en forma de gallo, de esas que giran según la dirección del viento. Lo más curioso fue que el campesino escribió en ambos lados del gallo la frase “ Dios es amor”.
Al cabo de unos días pasó un misionero por aquella montaña e intrigado le preguntó al campesino:
-¿Por qué escribiste “Dios es amor” en la veleta? (tal vez lo asimiló como una falta de respeto)¿Acaso el amor de Dios apunta dónde sea?
El campesino respondió:
No, esa veleta está ahí para recordarme que no importa de dónde sopla el viento, el amor de Dios siempre está con nosotros, porque Dios siempre es amor.
Tu que lees esta reflexión, en este momento desconozco que vientos soplan en tu vida, pueden ser torbellinos de desilusiones, huracanes de desempleo o enfermedad; o todo lo contrario vientos de paz, brisas de salud y bonanza. Pero quiero recordarte que no importa de dónde sopla el viento en tu vida hoy, Dios siempre es amor.
La frase Dios es amor incluye los momentos en pasillos de cuidados intensivos en un hospital, hasta esas tardes que ves televisión junto a tus seres queridos. Engloba la indignación por la corrupción porque a Dios también le duele ver la injusticia, pero es por ese mismo amor que tenemos la esperanza que Él regresará para juzgar con justicia. Dios es amor te incluye a ti, tanto para recibir como para mostrarle a alguien hoy, de su amor. Aunque esa frase hoy en día suene a cliché, Dios es amor sigue vigente en medio de tus reclamos y dudas.
A Dios no le asusta tus dudas o tus pretextos, su amor es más infinito.
Sea por todos los puntos cardinales que azote o abrace el viento, Dios es amor.