Cuando llega la tristeza

Tal vez perdiste algo: una oportunidad de trabajo, un viaje, algo que te hace sentirte en casa y seguro.
Tal vez perdiste a alguien: un familiar, un amigo o un amor.
Puede que estas pérdidas pasaron poco a poco o tal vez de golpe, haciendo que hoy sientas que no hay suelo que te sostenga ni abrazo que te calme.

Durante estos meses me han preguntado mucho cómo estoy. He intentado que la respuesta siempre sea “muy bien”, pero no todos los días gano la batalla y un “mal” se resbala y me libera.

No escribo esto para decirte que el sol saldrá mañana, que te levantarás y ese vacío y dolor no estará, o que no importa lo que pasó, que deberías pensar en lo que viene. Esas palabras aunque bien intencionadas tal vez no sean las correctas.

Estoy aquí para decirte que llorar y sentir que no todo marcha bien no te hace débil.
Al creer en Dios adoptamos en nuestra mente la idea de que siempre debemos estar bien, sonriendo, gozosos y que el sentirnos mal no es lo que un hijo de Dios debe decir.
Pues Dios no quiere que finjas sonrisas, fotos o estados para que los demás estén seguros de tu cercanía con El.

Hoy te hablo de la tristeza.

  •  La tristeza exige ser sentida y liberada, la tristeza enjaulada es como un león enojado, termina hiriendo a los que se acercan.
  • La tristeza no te hace menos espiritual, Dios quiere saber lo que sientes de manera honesta. Si El dejó que exista un libro llamado Lamentaciones debe ser porque entiende que sentirás dolor.
  • La tristeza enseña, en los momentos de dolor somos más susceptibles a entender las lecciones que Dios nos quiere dar. De alguna manera la palabra se torna viva y eficaz en esos momentos.
  • Jesús te entiende. Desahogarse no está mal, pero recuerda que él lo hizo a los pies del Padre y llevó consigo a tres amigos de confianza. Crea tu red de seguridad para los momentos malos.
  • No está mal aceptar tu dolor, solo cuando reconoces dónde estás es que puedes ver a dónde quieres ir. No ignores lo que sientes, no intentes ocultarlo, encara ese dolor, enfréntalo y entiéndelo.
  • Si sabes que tu causaste dolor a alguien más, arréglalo. Tal vez no salga cómo esperabas, pero puede calmar el corazón herido de alguien más.

Lo que aprendí en estos meses: no te quedes en tristeza, no vivas con ella, ni por ella. Lo que no puedes cambiar déjalo ir aunque duela, lo que puedes mejorar intenta a hacerlo.

La tristeza no es para ti, déjala que fluya y cuando se vaya no la llames de nuevo acusando tu mente.

Cuencana. Escritora en Reflexiones de Bolsillo. Directora de Comunicación Corporativa. Enfocada en trabajo con jóvenes y adolescentes.

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