Bella y femenina pueden ser consideradas palabras que han perseguido a la mujer a lo largo de la historia. La belleza, aunque cambiante, es un concepto y un ideal casi inalcanzable para muchas según los estándares de cada época y lugar. Resulta muy doloroso para muchas mujeres vivir y luchar a lo largo de sus vidas, poniendo sus cuerpos bajo presión y sus mentes al límite para cumplir una lista de perfectos que distan del verdadero concepto de belleza.
Me encanta la manera de reflexionar de algunos grandes filósofos. Para Aristóteles, la belleza era “armonía”, es decir, la debida proporción de las partes con el todo; visto de otra forma como <<la unidad en la diversidad>>.
Mujeres de todo credo, raza, estatus y formas de pensar se encuentran en un punto en común que casi ninguna logra evadir, ideales de belleza que esta sociedad busca imponer.
Cuando era niña la palabra belleza no importaba demasiado, me sentía siempre la más hermosa, pero a medida que crecí la manera en la que mi madre se refería a su cuerpo, como si hubieran más fallas que virtudes, la forma en la que mi padre apreciaba la belleza, como si solo existiera una forma de ser bella, y la presión social (ejercida desde la familia y amigos hasta la sociedad en general) comenzó a calar en mí. Al llegar a la adolescencia comencé a tener desórdenes alimenticios, hasta que finalmente todo ese dolor e insatisfacción me llevó casi a quitarme la vida lentamente. Me llevó muchos años poder comprender que lo que yo sabía dentro de mí respecto de la belleza no estaba equivocado, que la belleza es un concepto que va más allá de esta sociedad y que la forma en la que pretenden encapsularnos a las mujeres es el producto de una industria retorcida.
Al mismo tiempo que escuchamos que debemos amarnos, la sociedad moldea el cuerpo femenino a su antojo, lo cual hace muy difícil llegar a encontrar amor por nosotras, nuestros cuerpos y nuestra esencia. Lo cierto es que como seres humanos nos cuesta romper el molde que nos entregan a llenar, nos olvidamos que somos creación perfecta de Dios, que nos creó a su imagen y semejanza (Génesis 1:26).
Me encanta la forma en que Dios aprecia la belleza, para Él una mujer seguirá siendo bella aunque no haya llenado su cuerpo de encantos o se vea como se le impone debe verse (1 Pedro 3:3-5). Para Dios la mujer que tiene un corazón temeroso a Él y que le ama verdaderamente es digna de alabanza.
“Engañosa es la gracia y vana la belleza, pero la mujer que teme al Señor, ésa será alabada.” Proverbios 31:30
Aprender a ver la belleza en la imperfección es uno de los regalos más grandes que me dio Dios. Hace unos años mi vida cambió, lo que yo no sabía en ese entonces es que este camino me llevaría a amar mi cuerpo y mi persona en una manera incluso diferente de la que había aprendido a amarme. Poder ver mi valor teniendo una condición médica que me llevaría de la cojera a perder una pierna ha sido una de las experiencias más gratificantes, una que me permitió poner en práctica al 100% todo lo que yo planteaba es la belleza.
Eliminar complejos, borrar los ideales y estereotipos que nos impone la sociedad, y entender que todo lo que se ha construido entorno a lo que es bello y femenino es solo una apreciación imperfecta del ser humano, nos permite ver a cada mujer como única y diferente y, que en la diversidad esta la verdadera belleza. Como decía Aristóteles, armonía, de todas las partes con el todo y eso no se refería a las partes en tu rostro o tu cuerpo, sino a tu todo como ser humano. Es encontrar el equilibrio adecuado que necesita el espíritu para que la belleza venga de lo que eres y no de como luces.