Los humanos somos olvidadizos, y aquellas promesas que surgieron del encierro en cuarenten van disminuyendo su potencial a causa del sabor de esos días de regreso a la nueva normalidad. Y en este punto deberíamos preguntarnos si lo anterior era normal, porque, en honor a la verdad, mi normalidad no lo era.
Es por eso que quiero recordarme que:
- Me falta sentirme más impotente para depender más de Dios. No es que tenga una gran fe para invocar dificultades, al contrario estoy consiente de la responsabilidad de escribir este snack bíblico. Pero a a esta parte del camino, prefiero renunciar a mis patrones mentales que quieren guiarme por una religiosidad de mis esfuerzos, de buscar mi bien y nada más.
- Me falta más días de sincerarme con Dios y decirle: tu siempre ganas, es mas ¿ quién soy yo para creerme tu rival? No quiero olvidarme de decir No sé o no entiendo, sin miedo
- Me falta perdonar más y a más y recordar que no siempre fui justo.
- Me falta días que aprender sobre la humildad y que a veces somos como ese gran pez que tragó a Jonás (instrumentos de Dios para quienes se están ahogando ) y en otras somos ese Jonás (personas que huyen de la voz de Dios)
- En ambas circunstancias dependemos de Dios y no podemos huir de Él.
Yo sé que esta lista es interminable y falta mucho, pero así como la salvación es del Señor, el proceso también lo es, y confío que a lo largo del camino puedo conquistar algo así como descubrir nuevas batallas.
Ahora no me avergüenza enumerar lo que me falta, tampoco me alegraría estancarme tras la excusa de “el tiempo de Dios”. Quiero vivir hoy, y hoy bien vivido para Jesús, y en esa lista que me falta, dar escalones decisivos.
Tenemos su promesa que un día terminará su obra maestra en nosotros. Entonces más de esos días de sentir que no podemos, que no sabemos todo, más de todo lo que nos acerca a Dios.
Nadie aún tiene el certificado final. Y a ti ¿Qué te falta? Con un corazón de sumisión al señorío de Cristo podremos decir como Pablo:
“Y Él me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí.”
2 Corintios 12:9 LBLA