¡Que día tan cansado! Ayer compartimos una cena muy especial, pero hoy en la mañana Jesús nos pidió volver a Jerusalén. Fue un día muy complicado. Fuimos al templo y fue muy evidente que los maestros de la ley querían crear algún pretexto para señalar y encarcelar a Jesús. Le hicieron preguntas muy importantes: sobre su autoridad, sobre el pago de los impuestos, la resurrección, pero la de los impuestos me llamó mucho la atención.
Los fariseos le preguntaron su opinión sobre el pago de los impuestos. Era evidente que querían que Jesús dijera que no estaba bien y así poder señalarlo frente a los romanos como traidor, pero ustedes saben, el Maestro va más allá de las palabras, él conoce las intenciones. Además, fueron tan sinvergüenzas al preguntar, porque su sarcasmo era evidente. Les comparto lo que le dijeron:
Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios; sabemos también que no permites que nadie influya en ti ni te dejas llevar por las apariencias humanas. Por tanto, dinos tu parecer. ¿Es lícito pagar tributo al César, o no?
¡Que caras duras! Ahora, lo sorprendente no es la pregunta, sino la respuesta. Primero Jesús les dijo que son unos hipócritas que querían tenderle una trampa. ¡Wow! Él sí que conoce las intenciones. Lo siguiente que les dijo es que si la moneda tiene el rostro de César hay que darle a él lo que le corresponde, pero no terminó la frase ahí, les dijo
…y a Dios lo que es de Dios
Me quedé pensando en eso desde que lo mencionó. Estoy seguro que no se refiere únicamente a dinero, sino a que realmente entreguemos a Dios lo que le corresponde a él. Dar a César lo que le corresponde es fácil, más difícil es darle a Dios lo que debo entregarle a él.
Me pregunto qué me falta por entregarle, pero bueno, hora de descansar. Mañana será otro día largo y a Jesús le gusta que desayunemos juntos, así que me despido por hoy.