Un día como hoy, estamos junto a Jesús aquí en la casa que nos prestaron, riendo, conversando, preparando todo para la cena de hoy.
No es una cena ostentosa, pero no falta el pan y el vino, y Santiago le dijo a Jesús que parece argentino. Un mal chiste, pero bueno, es el humor de Santiago.
Jesús tiene una mezcla de alegría, nostalgia, algo de preocupación también me parece ver. Como les contaba durante estos días, ha sido una semana muy fuerte. Venir a Jerusalén siempre tiene su peso en lo emocional. Extraño Galilea, subirnos en la barca, pescar algo, reírnos, chapotear en el agua un rato. De verdad me hacen falta los atardeceres en la playa. Siempre Jesús nos cuenta alguna historia. Jerusalén tiene muchos ladrillos, de verdad me hace falta la playa con los demás y el Maestro.
¿Se acuerdan del chisme de Judas y su reunión con los líderes religiosos? No está confirmado, pero le veo nervioso, inquieto. No sé, no me da buena espina.
Esperen, ¡qué gracioso! Jesús preparó una tina con agua para lavar pies y Pedro dice que él no se va a dejar. Debe ser que no se ha bañado. Jesús bromea también, pero nos está diciendo que de eso se trata ser el más importante: de servir a los demás.
Me despido, ya mismo me toca a mi y aunque me dan muchos nervios, no quiero dejar pasar esta oportunidad. Jesús, el hijo de Dios ¿lavándome los pies a mi? Inimaginable y a la vez es verdad. Sin duda, él es increíble.