En pleno diciembre puedo imaginar que la mayoría espera ansioso que el 2020 termine, como si mágicamente a media noche el reloj inicia un nuevo año y en tan solo un segundo todo cambia. Sospecho que muchos esperan el 2021 como un buen augurio de que con anuncios de una vacuna y un nuevo año calendario mucho de lo que han vivido en este tiempo se transformará mágicamente como la calabaza de Cenicienta y se convertirá en una bella carroza.
Lamento romper la burbuja en la que muchos están viviendo. La vida nunca ha funcionado así a pesar de que ilusamente nos planteamos repetidamente <este año será/seré diferente>. ¿Cuántas veces (así haya sido solo una) nos hemos planteado la famosa lista o los cambios y metas que buscamos alcanzar en el año que comienza, pero que nunca dura?
Hace un tiempo aprendí que para crecer, evolucionar o ser mejor no se necesita de una fecha o espacio en el tiempo que repentinamente cambie todo. Los cambios, metas y sueños son decisiones que tomamos el momento que queremos avanzar. Hace algunos años di pequeños pasos enfocados en realizar reformas en muchas áreas de mi vida, que finalmente decidí poner en marcha en plena cuarentena. Resolví que no podía esperar a que las cosas mejoraran a mí alrededor (en el mundo), que todo lo que buscaba crear en mí y dejar que Dios hiciera era una decisión que si no la tomaba yo, sin importar la época del año o que tan desastroso todo a mí alrededor nunca pasaría.
Hace más de cinco años que había caminado con la promesa de que Dios sanaría mi tierra (2 Crónicas 7:14), sabiendo que Él hacia todo nuevo; aunque muy honestamente no tenía idea como lo haría, después de todo había vivido tantas tormentas que poco de mí quedaba en pie. Le dejaba a Dios todo el peso de ese cambio como si Él entrara a hacer todo el trabajo de carpintería y decoración de interiores y exteriores y yo vería el resultado y estaría feliz con la transformación, pero comprendí que así no es cómo funciona.
Empecé a vivir en el 2019 el cambio que quería ver y en medio de una pandemia mundial me decidí abrir la caja de pandora, sacar los demonios, como dicen por ahí.
Desempolvar todas las cajas para ordenar lo que los huracanes habían destrozado.
Debo admitir, no es un trabajo sencillo.
Ordenar tu vida/tus prioridades, cambiar malos hábitos, enmendar relaciones rotas, sanar heridas, perdonarte y perdonar, evolucionar… no requiere del campanazo de media noche, solo hace falta que decidas avanzar en la dirección adecuada y busques la ayuda que necesitas. Es necesario valentía y la voluntad de caminar hacia algo mejor.
Después de un año 2020 para muchos tortuoso, para otros lleno de oportunidades, para la mayoría pesado, espero que todos quienes esperan vidas mejores, que buscan evolucionar y crecer, puedan tomarse de la promesa que Dios hace nuevas todas las cosas (Isaías 43:18) y puedan decidir hacer su parte sin esperar que llegue el nuevo año.
Vivamos el 2021 habiendo comenzado cambios que duren y no solo resoluciones que mueran de a poco a medida que avanza el año.