Un día como hoy, Jesús ya no era el carismático predicador, el hacedor de milagros, era un difunto más.
Un día como hoy, Jesús encabezaba los titulares del chisme de la ciudad. Después de tres exitosos años de ministerio, el que se proclamó hijo de Dios descansaba en una tumba.
Un día como hoy, se hablaba también de Judas, uno de los discípulos del Maestro. Se había suicidado por la angustia de haber traicionado al Maestro, por venderlo por unas monedas. Aún Jesús tenía un traidor en sus filas.
Un día como hoy, los 11 discípulos estaban escondidos, temerosos de la multitud que había alentado la crucifixión de su líder. No querían ser los siguientes en ver la luz del túnel desde un madero.
Un día como hoy, ya no había esperanza. Quien era la encarnación de una nueva oportunidad ya no estaba.
Un día como hoy, las tinieblas disfrutaban su victoria.
Un día como hoy, nadie imaginaba que en 24 horas todos los pronósticos cambiarían.
Un día como hoy, solo había tristeza y oscuridad.
Un día como hoy, todos pensaríamos “Dios mío, ¿por qué nos has abandonado?”