Un día como hoy, fue uno de esos que nunca deberían suceder, que deberían desaparecer del calendario.
Un día como hoy, empezó con una audiencia extraordinaria para juzgar a Jesús. Dijo que era el hijo de Dios y eso escandalizó a todos. No era para menos. Sus milagros habían sido evidentes pero de eso a llamarse el hijo de Dios era osado para muchos.
Un día como hoy, Pilato evitaba la rebelión de un pueblo. Teniendo la potestad de declarar inocente a Jesús, prefiere azotarlo y después lavarse las manos. Cuando de mantener el poder se trata, cualquiera evita la realidad.
Un día como hoy, la gente pedía la muerte para aquel que había recibido sus aplausos 6 dias atrás. Así somos, emocionales, guiándonos por lo que sentimos, por la alegría del momento. Una vez pasada la euforia, actuamos como realmente somos.
Un día como hoy, los discípulos huían. Después de tres años junto a él, en el momento crucial prefirieron salvar sus vidas. La muerte es un precio caro incluso para quienes se llenan la boca diciendo que morirían por él.
Un día como hoy, Jesús le da un ticket de última hora a su compañero de cruz. Sin curso de bautismo, discipulado o posición de liderazgo, pasa directamente al Paraíso.
Un día como hoy, se derribaron los negocios de intermediarios.
Un día como hoy, esa cruz se convirtió en el puente entre Dios y una humanidad urgida de un salvador.
Un día como hoy, la esperanza moría en dos maderos.
Un día como hoy, Jesús murió.