Sigo hacia la meta para ganar el premio que Dios me ofreció cuando me llamó por medio de Jesucristo.
Filipenses 3:14
Alejandro un niño de 9 años me desafió para jugar las tradicionales canicas. En medio de sus amigos como espectadores y yo con la alegría de regresar a mi infancia dije que sí sin dudarlo.
Para quienes no ha podido jugar a las canicas: Se dibuja un círculo en la tierra y la idea es que al lanzar la canica esta ingrese al círculo. La primera canica en estar más cercana al círculo tiene la prioridad para rodar hacia otra canica y así golpearla. Debes sacar las canicas del círculo con un solo golpe y así son tuyas.
Y ahí estaba en cuclillas, golpeando las canicas con mis dedos primero fuerte, luego despacio, de un lado y de otro, de ninguna manera mis canicas entraban al círculo, y aunque mi frustración iba creciendo la risa y apoyo de mis amigos me recordaba que era un juego y que podía seguir intentando. Perdí varias canicas ese día.
Ya de regreso a casa junto con mis amigos buscábamos en que se parece este juego a nuestra vida.
- Algún día fuimos esas canicas al aire, llevados por aquí o por allá. Tratando de sentir nuevas cosas, pero sin llegar a nada.
- Hoy le seguimos a Cristo, leemos su palabra y sabemos hacia dónde vamos, pero cada vez que le fallamos a Dios es errar al blanco, como una canica al aire que intenta ingresar al círculo pero que se queda a centímetros o a su vez se va en otra dirección.
- La vida cristiana no es como empiezas sino cómo la terminas.
- En el juego las canicas están rodando de un lado a otro. Y Dios quiere que tu vida no este con letargo sino en acción. Siempre será mejor estar de un lado a otro llevando bendición y esto solo ocurre cuando te dejas direccionar por sus manos.
Tu vida no tiene que ser una canica más al aire, ni quedarse frustrado por no apuntar bien a la meta. Errar es de humanos, perseverar es de cristianos.