Han sido días, meses e incluso años en los que he tenido que trabajar concientemente para resolver la enemistad entre lo que significaba la soledad y lo que yo quería para mi vida. Al final, he llegado a comprender que la soledad no destruye quien eres, más bien ayuda a definirte y conocer quien eres de verdad.
Por ejemplo, habrán momentos en los que despiertes y al mirar alrededor te sentirás triste por no tener una pareja, alguien que te tome de la mano y te haga sentir feliz y amada. Es ahí donde debes comprender que a lo largo de nuestra vida anhelamos tiempos mejores o vivimos extrañando lo que fue.
Aprende a amar lo que tienes. Si hoy es la soledad pues no te apresures, siéntate en silencio, escúchate, esos momentos son solo tuyos y tal vez luego ya no los tengas, consiéntete.
La soledad no es una maldición
No es algo que te clasifica entre las “personas difíciles”. Toma los momentos de soledad como instantes de crecimiento, de claridad. A veces las multitudes pueden entorpecer los pasos.
No, la soledad no dura para siempre. Un día entiendes que estar sola no es lo mismo que sentirte sola. Aprendes a hacerte compañía a ti mismo y entiendes que esos breves momentos en los que tu corazón puede decaer por que no ves a nadie haciéndote compañía, no definen hasta donde llegarás.
No dejes que la presencia de las personas o la falta de ella condicione tu corazón y quien eres.
Recuerda que no estas sola, te tienes.
No estas sola, me tienes a mi.
No estas sola, tienes a Dios