La vergüenza es una cárcel que nos encierra, en la que somos prisioneros y jueces. No nos permite mirar a los ojos, caminamos con la idea de que todos nos juzgan al mirarnos. La vergüenza no tiene que ser tu prisión.
Hay decisiones que son difíciles de tomar y de vivir. Tengo varios amigos que han decidido divorciarse, cada uno con sus razones. Separarse es una decisión muy complicada, y que sea por la vía legal, aún más complicado, pero pareciera que firmar el papel es tan difícil como vivir pensando que fallaron.
Todos nos equivocamos, nuestras decisiones tienen consecuencias, entre ellas el dolor, la tristeza, pero la vergüenza a veces nos atrapa, nos hace ver indignos, nos hace creer que nos merecemos el mal que vivimos, que fracasamos, que somos inferiores a otros, y hoy quiero recordarte que nada de eso es cierto.
La vergüenza no debe ser nuestra prisión.
La Biblia dice que Jesús llevó nuestras culpas, que se sacrificó por nuestra paz, y es totalmente cierto. Como siempre digo, a veces leemos la Biblia como un texto poético lleno de vosotros, y nos distraemos por el lenguaje, pasando por alto el mensaje, un mensaje tan poderoso para quienes hemos vivido con vergüenza por nuestros errores: él se lleva tu culpa, tus sentimientos de inferioridad, para darte paz nuevamente.
Sin embargo, fueron nuestras debilidades las que él cargó;
fueron nuestros dolores los que lo agobiaron.
Y pensamos que sus dificultades eran un castigo de Dios;
¡un castigo por sus propios pecados!
Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones
y aplastado por nuestros pecados.
Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz;
fue azotado para que pudiéramos ser sanados.
Él pasó por el dolor para recordarte que no hay nadie que pueda señalarte y decirte que eres menos que otros, para que levantes la cabeza, siendo justificada por lo que él hizo, no por tus méritos o errores.
Jesús vivió la humillación para que nosotros podamos estar en paz, libres de los pensamientos que nos atacan, para recordarte que él sabe lo que es ser mal visto, acusado, señalado. para que podamos vivir sin vergüenza
Haz una oración agradeciendo a Dios por haberse llevado todos los señalamientos y acusaciones vergonzosas, recordando que él te perdona, te restaura y te levanta.