¿Te has dado cuenta que nuestros complejos de Tarzán y de llanero solitario son los que nos impiden buscar ayuda y apoyo en alguien más?
Recuerdo a un amigo que tenía problemas con su vista. Cuando me contó que no podía ver bien, le dije lo obvio «¿y por qué no vas al médico?», a lo que me respondió «porque me da miedo saber que tan mal estoy»
A muchos nos cuesta pedir ayuda. Pensamos que traicionarán nuestra confianza, se burlarán de nosotros, seremos juzgados, nos mirarán mal, o peor aún, creemos que no necesitamos de otros.
Han traicionado nuestra confianza, nos mintieron. Las personas que estaban destinadas a darnos la mano se encargaron de ventilar nuestros problemas al aire libre, aún asi, es posible arriesgarnos una vez más, confiar nuevamente y pedir ayuda.
Hay problemas que no se solucionan con una conversación, pero hay tanto descanso en compartir nuestras dificultades, al conversar con un amigo.
Cuando tengan dificultades,
ayúdense unos a otrosGálatas 6:2a (TLA)
Ayuda es una conversación, una cita con un profesional, es sincerarnos con otros, soltar lo que nos pesa, y entiendo que muchas veces no encontramos personas confiables a nuestro lado, o quizá están pero nuestro temor nos impide mirarlos como aquellos que podrían darnos una mano, o las dos.
Lo sé, es un riesgo, porque no podemos garantizar que no nos fallarán, pero estoy seguro, por experiencia propia, que si ponemos en manos de Dios nuestros problemas, y le pedimos que ponga personas a nuestro lado o nos de las agallas para ir a pedir ayuda, él lo hará.
¿Te arriesgarías a buscar ayuda y soltar aquello que tanto pesa en tus hombros?