¡Es sábado y el sueño lo sabe! Planeamos descansar, arreglar un poco la casa, quizá desayunar algo, y empezamos a hacer todo torpemente porque te despertaste y Facebook te atrapó.
¡Oh si! Conozco ese lazo asfixiante. Empiezas revisando el muro, sólo para ver que hay, luego una foto, un meme, un video, luego un amigo que se ha ido de viaje, y sientes la necesidad de mirar a dónde se fue, con quién se fue, quiénes están etiquetados en las fotos.
Luego, ese tiempo de facebookeo muta a horas de whatsapp contando a otros lo que viste, y sin darte cuenta, llevas más de una hora alimentando la curiosidad. Más de 3600 segundos respirando solo para ver la vida de otros.
Te tengo una buena noticia: Facebook puede vivir sin ti
Ni Facebook, ni Whatsapp quebrarán porque te desconectes un día. Ninguno de tus contactos se pondrá a llorar porque hoy no publiques dónde estás, o porque no subas la foto de la comida de tu almuerzo. De hecho, puedes dejar el celular a un lado sin esa urgencia por contestar al instante los mensajes que recibes.
No es necesario conectarte y criticar todo lo que publican, ni opinar en todo tema que te incomoda. El mundo no cambiará con un comentario, y no serás tomado por sabio si te haces el intelectual en Facebook. Con mucho amor, aprovechemos el tiempo para hacer silencio, para descansar del exceso de información.
Descansa, deja las pantallas a un lado. Respira y piensa, que es algo que ya no muchos hacen, ahora la mayoría respira y revisa o respira y publica. Lee el devocional de hoy y después de eso, deja el celular a un lado; conversa con Dios. Tu mente está estimulada en exceso por contenidos que se actualizan cada instante. En serio, haz una pausa, por tu salud emocional, física y espiritual.
¿Aceptas el desafío de poner en silencio tu teléfono, para poder escuchar a Dios hoy?
Enseguida, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.
Marcos 1:18