Personas que creen ser las mejores en todo, otros que piensan ser malos para todo. Tranquilo, no todo lo que piensas de ti es verdad.
Una de las cosas más molestas de mi es que me gusta tener la razón, y en eso Dios está trabajando desde hace años. Uno de los procesos que experimenté fue la depresión hace dos años, etapa en la que no servía ninguno de mis argumentos.
En momentos de dolor, toda nuestra lógica y supuesta inteligencia quedan de lado al reconocer que no sabemos todo, que no controlamos todo, que no todo lo que pensamos de nosotros es verdad.
Pensamos que somos mejores que otros, o lo contrario, creemos ser peores que los demás. Nos miramos como merecedores de todo o de nada. Los pasadizos de la mente son bastante torcidos, por eso, como dije en la reflexión Enero 13: Haz una pausa en tus pensamientos, es necesario que Dios gobierne nuestra mente.
No soy todo lo malo que pienso de mi, ni todo lo bueno que pienso de mi.
Por la gracia que me es dada, digo a cada uno de ustedes que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con sensatez, según la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
Romanos 12:2-4
Si tengo un concepto muy bajo de mi mismo, no veo con fe a Dios, con esperanza de su obra en mi. Del otro lado, si tengo un concepto demasiado alto de mi, entonces creo no necesitar a Dios, y dejo mi fe de lado porque creo ser autosuficiente.
No soy tan malo como creo, ni tan bueno como pienso que soy. Por eso mi fe está en Dios, para ser más como él, confiando en que está trabajando en mi, y que a pesar de lo que soy, cada día me pareceré un poquito más a él.
Pon en manos de Dios ese pensamiento de orgullo, de autocompasión, de rencor o de superioridad que está nublando y distorsionando la manera en que te ves.