¿Quién te dijo que levantarse con el pie izquierdo en vez del derecho no solo traía mala suerte sino que significaba casi siempre que tendrías un mal día o pasarías al menos de mal humor?
Hemos escuchado que es mejor levantarse siempre con el pie derecho para tener un gran día. Estamos programados a tener buenos días porque cosas buenas pasan, porque tachamos de nuestra lista supuestos positivos que nos hacen sentir mejor, porque encajamos en el plan social de perfección de una vida feliz.
Imagínate por un momento que tendrás que vivir la vida dentro de esa metáfora, levantándote cada día con el “pie equivocado”. Pues para mi levantarme con el pie derecho no es una opción, ya que hace dos años que no tengo un pie derecho (espero que muchos estén abriendo los ojos y pensando que mi introducción muy poco sutil es graciosa). Hace nueve años comencé una de las aventuras más descabelladas de mi vida, que me construirían como ser humano y que me destruirían para levantarme de las cenizas también, aprendí a desprenderme de una pierna para buscar sueños mejores y más grandes.
La vida me enseñó a levantarme cada mañana con el pie izquierdo y literalmente sacar lo mejor de cada día sin importar con qué pie me estaba levantando.
Casi que desafiando a la suerte (a los ojos de todos los supersticiosos que creen que un supuesto mal inicio lleva a una mala trama y un terrible final), pero aprendiendo que más allá de la literalidad de mi condición de amputada, estaba aprendiendo a enfrentar la vida de una manera completamente diferente. Aprendiendo de la mano de Dios a caminar sobre cualquier superficie con la confianza de que puedo enfrentar lo que sea con él.
Y ya que esta es solo una breve introducción a lo que serán muchos episodios de viviendo con el pie izquierdo (metafórica y literalmente), quiero dejarles con dos cosas:
- Reflexionando qué tan diferente habría sido el caminar de Jesús si su actuar se hubiera basado únicamente en momentos positivos e idealizados de una vida fácil. ¿Hubiera sido el ejemplo que es? ¿Hubiera dejado un legado? ¿Hubiera aprendido y enseñado? A pesar de ser hijo de Dios, creo que él también vino a aprender, sentir y vivir como nosotros, para enseñarnos a caminar.
- Un versículo que aprendí de niña y que ha sido mi fiel compañero y recordatorio de que “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” [Filipenses 4:13], sin importar cuantas veces me levante con el pie izquierdo.
Así que, si estás cansado de no aprovechar la vida cuando te levantaste con el pie izquierdo, lo que viene es para ti.