No debería contarles la historia que escribiré hoy porque la menciono en conferencias cuando hablo de propósito y servicio, pero como cada día se despiertan e ingresan a la página para leer su reflexión de bolsillo diaria, haré una excepción 😀
Esta es una historia de la vida real.
Un grupo de señoras querían servir en su iglesia. Los ministerios donde solicitaban gente eran: música, escuela dominical, ujieres, limpieza. Ellas querían hacer algo más, no solo lo acostumbrado. Complicado pero bueno, ya saben como son los adultos, testarudos a veces.
Como no se les ocurría nada, un día se sentaron y pensaron en algo que hicieran todas. Algo en común entre ellas era coser. Pidieron retazos de tela y cosieron y cosieron y cosieron y cosieron.
Aguja, hilo, retazos, ¿hay un ministerio de costura en la iglesia?
Como les he contado, mi familia y yo servimos como misioneros desde 1998, y eso nos da dado el gusto de brindar apoyo en varias ciudades y pueblos del Ecuador. Un día le sonó el teléfono a mi papá. Había una donación de 80 cobijas que unas señoras habían cosido para regalar a quienes las necesiten. Alguien supo que mi papá sirve con comunidades quichuas en la sierra ecuatoriana y querían que allá llegaran las cobijas.
No necesitas cantar, predicar o ser youtuber/influencer para impactar o bendecir a otros. Para servir, solo necesitas aguja e hilo. Dios se encarga del resto.