Hay tanto que retenemos y guardamos, pensando que si soltamos, nuestra vida no tendrá sentido. Soltar es un riesgo, porque no sabemos como será nuestra vida sin aquello a lo que estamos aferrados.
En ciertas ocasiones nos cuesta soltar una discusión. No la dejamos ir porque sentimos que si lo hacemos, le daremos la razón al otro, y creemos que debemos mantenernos allí, atados, y lo que debía ayudarnos a crecer, empieza a lastimarnos.
A veces son personas que estamos reteniendo en nuestra vida. No imaginamos nuestra vida sin ellos, aunque nos causan daño. No las dejamos ir porque nuestra identidad se construyó en base a lo que otros nos dijeron, y tenemos miedo de estar solos, incluso tenemos miedo a vivir sin ellos.
Hay familias que pierden a un ser querido y aunque pasan los años, siguen hablando de la persona como si estuviera ahí; colocan fotos en todo lugar y no se arriesgan a soltar el recuerdo porque tienen miedo. Piensan que hay que vivir con el dolor constante y no logran imaginar una vida diferente.
Soltar no es sencillo, y es un riesgo porque no sabemos como será vivir sin ello a lo que estamos aferrados. Pero vale la pena
En mi caso, me ha dado miedo soltar sueños, personas, recuerdos. Me convencí de que mi vida no tendría sentido si lo dejaba ir, pero para crecer, hay que soltar. Tuve que llorar muchas veces, cada vez que renuncié o que dejé ir algo que estaba profundamente conectado a mi, y siempre tuve miedo. Con el tiempo, entendí que fue lo mejor.
Imagina como sería vivir sin miedo, sin dolor, sin aquella persona que dice que te ama pero te lastima constantemente. Imagina como sería vivir sin el recuerdo que te atormenta. Es posible porque Dios puede hacerlo posible.
Entrégale tus cargas al Señor,
y él cuidará de ti;Salmo 55:22 NTV
Haz una oración corta y cuéntale a Dios sobre aquello a lo que estás atado. Pídele su guía y valor para arriesgarte a soltar.